Espiritualidad, New-Age - Despertar de la conciencia
El Viraje Hacia la Luz



Semillas de conciencia...

El terreno lucía árido y seco. Sólo rocas y algunos arbustos polvorientos, quemados ya por el sol, habitaban el desolado paraje. Sin embargo llegó aquél peculiar sembrador. Paciente. Lleno de fe. Dedicado. Decidido. Constante. Perseverante. Supo ver no lo que faltaba, sino lo que se escondía bajo esa tierra promisoria.

Comenzó por preparar el terreno, quitando la maleza, horadando hasta extirpar las raíces muertas. Después procedió a humedecer la sedienta tierra. Le dio de beber vida y esperanza. Cada gota que recibía, era un nuevo despertar para ese terreno yermo que había olvidado ya lo que era tener aliciente y propósito, una nueva ilusión en su existencia.

Una vez bien dispuesta, la tierra abrió sus entrañas para dejarse germinar. El paciente sembrador comenzó entonces a regar sus semillas, a implantar la nueva simiente que haría borrar ese pasado de desolación, para abrirse a un presente lleno de fruto y esperanza.

Con el paso del nuevo tiempo, las semillas fueron abriendo y comenzaron a echar raíces. Poco más tarde, los resultados empezaron a aflorar por sobre la superficie de la tierra. Los primeros brotes de esa nueva y buena siembra, fueron una fiesta de renacimiento.

Ahí venía. La verdadera vida. El cambio de una nueva conciencia en esa renovada tierra, materializado en la promesa de un noble y futuro árbol que crecería y llegaría a ser sombra, resguardo y alimento para un nuevo y afortunado peregrino.

De esa manera, el sembrador, ese trabajador de luz, concluyó así su misión: plantar semillas de conciencia, preparando el terreno para el frondoso árbol de una nueva humanidad…

Esta analogía le habla a tu corazón. ¡Despierta! Es tiempo de tomar la estafeta de ese sembrador. Es tiempo de sembrar sobre esta humanidad la simiente de un nuevo Ser. Tiempo de extirpar de sobre la faz de la Tierra la maleza de la apatía, la abulia, el conformismo, el desgano, el egoísmo, el desamor...

Tiempo de arrancar las secas raíces de esa vieja costumbre: el aceptar la dualidad. Buenos-malos, pobres-ricos, hambrientos-satisfechos, miserables-encumbrados, poderosos-desvalidos, amigos-enemigos…

Tiempo de sembrar a fondo la semilla del amor solidario. Tiempo de hacer germinar semillas de perdón. De abonar la tierra de nuestras relaciones personales con tolerancia y respeto.


Tiempo de abrir nuevos surcos en nuestra conciencia, de manera que razas, nacionalidades, color de piel, diversos idiomas e ideologías diferentes, tengan cabida por igual en nuestro corazón. Porque todos somos Uno… y uno somos Todos.

Tiempo de reconocer que la única y verdadera riqueza está en nuestro interior. Sólo así resurgiremos como una Nueva Humanidad en donde el pan cotidiano sean la Luz y el Amor Incondicional, fruto de cultivar pensamientos y sentimientos de más alta vibración.

La Tierra, sedienta de un despertar universal, te espera para que la fecundes con tu ejemplo, con tu luz, con tu entereza. No te permitas flaquear, sembrador de sueños, sembrador de esperanzas. ¡Sigue esparciendo tus semillas de conciencia!

Elvira G.
http://elvirajehacialaluz.blogspot.com


El túnel hacia la Luz...

De pie, un poco temerosa, me asomaba como siempre al pozo del abuelo. Constantemente decía -a los nietos-, que tuviéramos cuidado porque podíamos caer dentro. En efecto, el fondo del pozo parecía tan negro y amedrentador, que más bien hacíamos cuidado de permanecer lejos de él.

Aquél día, sin embargo, tomándome de la mano, mi abuelo me dijo: ven, hija, si quieres, ¡entremos! No temas… El boquete del pozo se convirtió de pronto en un resbaladizo y lóbrego túnel. Muy oscuro. Caminábamos tentaleando, lentamente. Yo sentía pánico, pero a la vez sabía que el abuelo estaba todo el tiempo a mi lado, dándome apoyo y guiándome por el camino. Por momentos era imposible ver ninguna luz.

Sentía el piso húmedo y resbaladizo, mientras las paredes ásperas del túnel me raspaban los brazos. Los pies se me enredaban en extrañas lianas y temía que una serpiente abriera sus fauces frente a mí!... Mi angustia crecía por momentos, pero el abuelo me tranquilizaba diciéndome que pronto vería algo inesperado.

El tiempo parecía eterno en semejante oscuridad. Sin embargo, poco a poco comencé a advertir, a lo lejos, una cierta claridad. Conforme avanzábamos, el camino cobraba más luminosidad. Me solté de la mano del abuelo para ir más de prisa. Entusiasmado, él también se apresuró. Conforme nos acercábamos a la luz, el aire que comenzamos a respirar se volvió mucho más ligero y vivificante. Se advertía ya el fresco aroma de un verde campo.

De pronto, al dar vuelta en un recodo del camino, apareció ante nosotros la salida del túnel y, con ella, un resplandor inusitado. ¡Un mundo maravilloso! Años más tarde cuando ví la película “Shangrilá” supe que ése había sido el paisaje de mi sueño. Un sitio maravilloso con la más rica variedad de árboles y flores, melodiosos trinos de aves exóticas, y sonrisas y gestos amables de todos los seres que se cruzaban en nuestro camino…

El sol estaba en lo alto y la paz reinaba por doquier. ¿Ves? -me dijo el abuelo-, para llegar a esto era preciso atravesar el túnel. Muchos no se atreven, pero tú has sido valiente y aquí tienes el resultado…

Hoy en día me digo que, ese sueño que sucedió cuando yo tenía aproximadamente 12 años, fue como una “proyección” de lo que habría de vivir posteriormente. Los años transcurrieron y llegué a los 17. Fue entonces cuando comencé a escribir preguntándome ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? Sin saberlo, no queriendo quedarme “al otro lado del túnel”, me lancé dentro de él.

Comenzaba ya a sentirme inmersa en la oscuridad. Ni la religión, y menos los religiosos, podían darme respuesta: había suicidas que después de tres intentos, ¡a los 50 años seguían con vida!… Mientras que por otro lado moría un joven de 20 años en un accidente automovilístico, simplemente porque “ya le tocaba”.

Veía nacer a un niño ciego, o cuadrapléjico, y sin embargo me decían: “Dios es todo poder y todo amor”… Yo respondía en mi interior: ¡vaya manera de probarlo! La gente nacía, crecía, se casaba, tenía hijos, moría… ¿eso era todo? Yo no cuadraba dentro de esos patrones. Cuando leí a “Juan Salvador Gaviota”, ¡qué manera la de Richard Bach de impulsar mis alas!

¿Tener hijos o marido? Nunca estuvo en mi agenda de vida. Lo que yo quería era tener “certezas” sobre tantas preguntas, ¡y nadie me las daba! No lo sabía pero iba aún en lo más oscuro y tenebroso de mi “túnel”. ¿Trabajaba? ¡Por supuesto, como la parvada adormecida en “Juan Salvador Gaviota”! Aunque nunca quise vivir para trabajar, sino trabajar para poder “vivir”.

Mis deseos de buscar y encontrar respuestas me llevaron lejos, físicasmente, como “chica au pair”, primero a Londres y luego a París, en donde comencé a ver una lejana luz en mi sombrío camino. Encontré en esa mágica ciudad, una escuela de “filosofía new age”, especie de escuela iniciática, que me abrió los ojos y la conciencia a muchos hechos “ocultos” para las masas.

Cuatro años con ellos me hicieron sentir totalmente fuera de contexto cuando regresé a mi país, México. Poco a poco “la matrix” me engulló de nuevo: buscar la “seguridad económica”, hacerte de algún “bien raíz” para asegurar tu futuro… era “lo inteligente” por hacer en esa realidad.

Salir del túnel me implicó el pasar por Meditación Trascendental, estudios de Metafísica, Un Curso de Milagros, seminarios, talleres, cursos de “contactación con los hermanos superiores del espacio”, etc. etc. Finalmente, tomando lo mejor de cada enseñanza, me descubrí “ecléctica”: la Luz no me la daría un grupo en particular, sino mi propio Ser Interior.

Concluí que “Shangrilá” no es un sitio mágico que está fuera… ¡sino dentro de ti! De manera que olvídate de seguir “gurús” o buscar maestros. Es tiempo que encuentres a tu propio Guía Interior. En la paz y la quietud, él te espera para darte las respuestas y ayudarte a salir del túnel, hacia la Luz que tanto buscas y mereces.

Conforme sales a la luz, comprendes que no eres cuerpo, sino espíritu habitando temporalmente un vehículo físico. Que vienes de… y estás de regreso a la Luz, tu verdadero hogar. Que has llegado de otros planos a esta Tierra, que no es más que una escuela de aprendizaje. Que has venido a pulir las asperezas de tu diamante en bruto. A borrar enojos, apatía, temores, inseguridades, resentimientos. A comprender al fin que todo eso son engaños del ego que te separa de tu fuente: la Luz del Padre que nunca te abandona, y que nunca te abandonará mientras estés aún dentro del túnel. He aprendido que él siempre está ahí… somos nosotros los que no le percibimos.

Sigamos en marcha. En estos momentos, por fortuna, muchos seres están saliendo de su “túnel”. El llamado al despertar les ha llegado. Están abriendo sus corazones, se están dejando tocar por la música de las estrellas, están comenzando a aligerar su densidad, a volar gráciles hacia otras dimensiones. ¡Benditos sean los cambios! Bendito sea el Padre que nos permite, al fin, emerger del oscuro túnel… ¡hacia la luz!


Elvira G.
http://elvirajehacialaluz.blogspot.com





El Mundial... del Espíritu


11 de junio 2010, 7.30 am., hora de México. Enciendo el televisor con prudencia… y volumen moderado. Aún estamos en el hospital. Mi madre lleva ya cuatro semanas aquí. La recuperación de dos cirugías y una traqueotomía, es lenta. Pero comienza el Mundial de Fútbol y miles de personas en el mundo, al igual que yo, están ahora mismo prendidas de “la pantalla chica”.

Aunque para nada soy “fan” del fútbol, no he querido perderme la ceremonia de inicio, ni el resultado del primer partido: ¡precisamente México vs Sudáfrica, país anfitrión! El resultado, conocido de todos, primer juego del Mundial, empate: 1 a 1. Lo demás es historia.

Después de un mes, la gran Final coronó Campeón del Mundo al equipo español. Mientras tanto, día a día, durante cuatro semanas, el revuelo de emociones estuvo al tope: entusiasmo, tristeza, alegría, frustración, esperanza, desencanto, triunfos insospechados, derrotas inesperadas…

La euforia del fútbol invadió al mundo entero. Las ciudades se paralizaron. En México, ¡a nivel nacional!, se permitió a los chicos en horario escolar, el poder ver los partidos… porque, de cualquier manera, ¡alumnos y maestros, no hubiesen puesto mayor atención a la clase de ese día! En las oficinas, en las calles, por todos lados se respiraba el ambiente futbolístico.

En mi país llegó un poco de esperanza cuando nuestra selección tricolor logró vencer a Francia… pero después vino el desencanto al enfrentar a Argentina. México quedó eliminado de la Copa 2010 y, como por encanto, el entusiasmo y la efervescencia, se apagaron en los futboleros corazones mexicanos. Ya no es lo mismo ver competir a los equipos de otros países… También con el fútbol, el ego que sigue haciendo jugarretas, provocando que aún nos sintamos separados.

Lo que más impresiona de toda esta fiebre por el fútbol no es sólo la pasión que enardece y mueve los ánimos, sino todos los millone$$$ que se mueven en el mundo con ese deporte. Los jugadores llegan a valuarse en cantidades exorbitantes, mientras que las compañías televisoras venden sus espacios publicitarios a precios por las nubes. Durante el Mundial los noticieros de los juegos se vuelven tiempo “Triple A” a cualquier hora del día, a nivel mundial, específicamente en el país cuyo equipo juegue en ese momento…

Los jugadores venden sus destrezas y habilidades físicas como si se tratase de oro molido, porque hay quién está dispuesto a comprarlos… y porque hay quienes están dispuestos a “pagar” y patrocinar de alguna manera a sus ídolos. Me refiero con esto al consumidor final de todo ese engranaje mercado-ilógico (¿?) y publicitario.

Es decir, el espectador, el aficionado acérrimo para quien, ciertos jugadores, se convierten en verdaderos ídolos, dignos de culto y adoración… ¡hasta la insensatez!
Ídolos prefabricados cuyos comportamientos fuera del campo de juego, distan muchas veces de ser ejemplares… y mucho menos, dignos patrones a seguir entre la juventud.

Ante todo ese barullo, frenesí y ruido exterior, me digo que sería ideal aprovechar tanta pasión y vehemencia, transmutar esa energía y organizar más bien el “Mundial del Espíritu”. Un Mundial muy diferente, en donde al igual que Arjuna en el Bhagavad-Gita, enfrentemos en nuestro Campo de Batalla -el terreno de juego de nuestro interior- nuestras diarias y humanas flaquezas.

Un campo en donde resentimientos o deseos de venganza, resulten apabullados ante los nobles deseos del bien de la humanidad, o la certeza de nuestro actual empoderamiento para alcanzar nuestros objetivos. Un “campo de juego y de batalla” en donde la “portería” de nuestra conciencia esté perfectamente despierta y resguardada para que podamos rechazar los ataques de nuestros cotidianos enemigos: dudas, temores, desánimos…

Un “Mundial del Espíritu” en donde saquemos “tarjeta amarilla” a indeseables pensamientos de crítica y censura, y en donde el justo árbitro de nuestro discernimiento marque siempre “fuera de lugar” a las intromisiones del ego, con sus habituales reacciones de vanidad y soberbia. Un “Mundial del Espíritu” en donde se mantengan siempre “en la banca” actitudes pesimistas y derrotistas.

Ya es tiempo que saquemos la casta, nuestra verdadera estirpe, y salgamos al campo de juego que es la vida, a mostrar lo que somos: hijos de la Luz. Mensajeros estelares, libres de las prisiones del ego y las oscuridades y temores de esta densa tercera dimensión. Ya es tiempo que nuestro gol (goal) –nuestra meta- sea regresar a lo que somos: luz, amor, perdón, paz, armonía y comprensión.

Estamos en período de pre-calificación hacia el 2012… hacia el Mundial del Espíritu y una más alta vibración para la Humanidad… ¿Te apuntas?

Elvira G.
http://elvirajehacialaluz.blogspot.com


No pierdas más el tiempo

No pierdas más el tiempo escuchando tan sólo a lo que se dice ahí fuera. No te busques más si no es dentro de ti. Cierra ojos y oídos al barullo externo. Escucha más bien a esa voz que yace en tu interior. Trata de ir día a día a su encuentro.

Si cada quien se volviese a su interior, todo mundo encontraría la misma verdad: que, al igual que su hermano, cada Ser es bondad de origen. Que las experiencias de la vida, en ocasiones, le orillan a creer que existe el mal, la agresión, la envidia, los celos…

Que en realidad venimos a este mundo a buscar la luz. Ese tesoro que nos fue escondido muy sutilmente cuando nos lanzaron a este plano. Cuando fuimos sembrados aquí. Porque venimos de otros confines. Nuestra misión no es perpetrarnos en esta dimensión, sino despertar y retornar a ese sitio de donde procedemos.

Este mundo es demasiado denso. Vivimos aquí exacerbadas pasiones: amor, desamor, ambición, odio, desolación o resentimiento, en nuestra interrelación con otras energías.

Necesitamos desapegarnos, liberarnos de esos agobiantes y obscuros sentimientos. Nos es preciso salir de ahí y elevarnos a otro nivel de vibración donde ya no haya enojos ni deseos que amilanen al espíritu. Donde simplemente seamos, en medio de la luz. En donde ya no temamos nada, porque la luz nos sustenta y sostiene.

Si tan sólo el ser humano fuese capaz de ver al otro -al prójimo, al hermano-, como su propia imagen en un espejo. No pensaría en agredir, porque sabría que se está agrediendo a sí mismo. No pensaría en desconfiar, porque se daría cuenta que está desconfiando de sí mismo. No pensaría en engañar, se engañaría a sí mismo. No pensaría en defraudar. ¿Por qué habría de defraudarse a sí mismo?

Por eso, sólo cuando haya un auténtico amor del ser humano por su prójimo, habrá paz y serenidad, abundancia, reconciliación y perdón. Sólo entonces habremos trascendido esta engañosa tercera dimensión, para llegar a la vibración más alta de la quinta dimensión. Nos habremos liberado entonces de la intensa densidad de nuestro cuerpo físico. No lo necesitaremos más. Seremos gloriosas e ilimitadas energías de luz…

Haz que todo esto sea tu nueva conciencia, aprópiatelo, vívelo. ¡No pierdas más el tiempo! Tu esencia es etérea y luminosa. Mereces poder romper los barrotes de la prisión que te encierra. Mereces abrir las alas y volar. Mereces emprender el vuelo. Mereces ser libre. Ajeno a las pasiones, sentimientos y resentimientos de ese ego que te engaña.

A ti te lo digo y a mí me lo digo también. Estás de paso. No caigas en las garras de la ilusión. De las elucubraciones de Maya para atraparte en esta supuesta “realidad”. Eres mucho más que el cuerpo físico que te constriñe. Eres un maravilloso sueño de luz y amor para compartirte, explayarte, diseminarte por el universo. Eres una nueva esperanza para el mundo. Eres una singular e irrepetible oportunidad para encender estrellas.

Llegó la hora. Entiéndelo. Si eres luz no puedes ya hablar de obscuridad. Si eres fuerza no puedes ya dejarte avasallar en desaliento. Mira hacia lo alto a través de la ventana abierta de tu nueva conciencia. El universo espera los frutos de tu despertar. Bate las alas. Emprende el vuelo. ¡No pierdas más el tiempo!

Elvira G.
http://elvirajehacialaluz.blogspot.com




Mi hermandad

Mi hermandad no se encierra en las cuatro paredes de un hogar. Mi hermandad no conoce fronteras, porque está cobijada por la luz que se da para todos, tanto para el humilde como para el de venturosa cuna.

Mi hermandad no se restringe a velar por los intereses de la sangre o de un apellido de abolengo. Mi hermandad, si acaso se restringiera, sería hacia las almas que buscan la luz. Más sin embargo, en el fondo todos son mis hermanos… porque todo y todos son mis maestros.

Es hermano el río que fluye y me enseña a no estancarme… hermano el gorrión que entusiasta canta y me dice cómo volar y emprender la marcha cuando es preciso encontrar otros parajes.

Hermano el mendigo de quien aprendo a ser humilde y recibir con alegría las múltiples dádivas de la vida… Hermana la luna que me enseña la disciplina, el orden y las diversas fases, presentes siempre en la vida.

Hermano el sol que cálidamente me cobija y me trae la luz tan necesaria día a día. Hermano el convicto que purga tras las rejas sus faltas y me deja ver el amargo sabor del arrepentimiento. Hermano el árbol que abriga, cobija, da fruto, y me muestra la generosidad del dar sin distinciones.

Es mi hermano el orgulloso que no ha aprendido la riqueza del saber doblegarse. Y mi hermano el tímido quien me recuerda mis propios momentos de duda acerca de los talentos que el Padre me ha encomendado. Hermano el generoso, de quien aprendo el don del desprendimiento. Y hermano también el iluminado porque aclara y llena de luz mi sendero.

Mi hermano es el viento que corre libre y sin tropiezos, enseñándome la importancia de estar en todo y en todas partes sin aferrarse ni estancarse en ningún sitio… Mi hermano el que sufre desesperanza y me muestra la angustia de no poder ver la luz. Mi hermano es el amoroso y mi hermano es el que odia. Porque el primero desborda lo que éste último ha rechazado en su corazón.

Mi hermano es el que ríe porque el sol se ha estacionado en su interior, y mi hermano es el que llora porque me permite borrar sus lágrimas con pinceladas de ternura.

Mis hermanos, lo repito, son todos, porque venimos de la misma Madre y del mismo Padre. Todos y todo somos manifestaciones vivientes de ello.

Mi hermandad, por tanto, no se restringe al apellido o a los lazos de la sangre. Mi hermandad lleva más bien los lazos del espíritu, los lazos de la vida, los lazos del amor, los lazos de la Luz…

Elvira G.
http://elvirajehacialaluz.blogspot.com


Demasiado ruido exterior

El martilleo incesante de unos trabajadores al lado de mi casa, me orilló –esta mañana-, a cerrar puertas y ventanas para aislarme del ruido exterior en busca de silencio y paz. Vinieron entonces a mi mente las serenas palabras del místico español Fray Luis de León: “Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido, los pocos sabios que en el mundo han sido”...

Hoy en día, me dije, no sólo estamos expuestos constantemente al ruido exterior, sobre todo en las grandes ciudades. Hay otra especie de “ruido” que nos invade silenciosamente: el “ruido informativo”. En lo personal, debido al Internet, mi interés por aprender y enterarme de muchos temas más, me hace salir mucho de mí misma.

El objetivo de iniciar este blog, fue el poder comunicar mis ideas, mi propia búsqueda. Sin embargo, últimamente, perdida entre tanta información de allá afuera, parezco olvidar el camino hacia acá adentro, en donde mis guías de luz puedan hablarme en su propio lenguaje.

Unos “expertos” en blogs me aconsejaron: para tener más visitas y que tu blog comience a competir en “ranking” con los demás sitios, necesitas escribir mucho más y conectarte con redes sociales. Lo pensé, pero llegué a la conclusión que no es lo mío.

Nunca me gustó competir por cantidad, sino por calidad. Como redactora, años de experiencia me respaldan en ese ramo. Finalmente, es un oficio que con la práctica se puede llegar a manejar cómodamente… Sacar tus rollos del alma, es otra cosa, otro boleto, como dicen los jóvenes en México.

Hay ya muchísima y muy preciada información en la red. Sitios específicos de donde se pueden bajar incluso libros completos. El autor ya hizo lo suyo… lo demás es simplemente retransmitir su mensaje.

Creo que lo interesante es resolver cómo voy a digerir y luego comunicar yo esas verdades, con mi propio lenguaje, mi propio léxico y mi propia dicción, por decirlo así.

Últimamente hemos comenzado a escuchar día a día con mayor insistencia: “cada vez somos más”. Y me digo, sí cada vez somos más –afortunadamente-quienes nos interesamos por abrir los ojos a la luz. Pero cobrar conciencia no significa tan sólo hablar de ello, sino manifestarlo en nuestros actos cotidianos.

Temo que estemos cayendo en otro error del ego. En vez de llegar a formar parte de una “masa crítica” necesaria para la evolución de la humanidad, quizás nos estemos convirtiendo simplemente en “una crítica masa” que sólo juzga y considera, desde fuera, lo que hacen o dicen los demás.

Sin involucrarnos. Sin vivir nuestro propio cambio. ¿Buscando tal vez protagonismo? Si deseamos real crecimiento interno, nuestros actos debieran hablar más que nuestras palabras.

No se trata de llegarle a mucha gente, sino de cuántos corazones motivamos al cambio, de verdad. No necesito repetir lo que dice el otro, sino determinar “cómo lo digo yo, desde mí mismo”, con mis acciones… en mi personal idioma.

Se trata -y nuestros guías de luz nos lo hacen ver-, de cerrar nuestros puntos de fuga al exterior, para abrir más bien la sutil ventana de nuestra vía interior. Se trata de escuchar cada día más esas vibraciones elevadas y puras que se manifiestan ya en nuestro más profundo Yo, pero que, atareados escuchando y leyendo todo lo que se dice allá afuera, no tenemos la disposición de escuchar lo que se nos está diciendo “aquí adentro”.

Eso me llega mucho, porque mi naturaleza ha sido siempre de ir más bien en solitario. Creo que se aprende más en soledad, que en medio del barullo. “De mis soledades vengo, a mis soledades voy”… porque es donde realmente conmigo estoy -como dijera Lope de Vega, aquél poeta del Siglo de Oro español.

No pretendo, de ninguna manera, que nos volvamos ermitaños. Considero al Internet como una maravilla de comunicación y unión con todos los seres de la Tierra. Sólo que así como concedemos un espacio para leer lo más que podamos, lo que circula por la red (¡gracias por estar ahora mismo prestándome tu atención!), asimismo es tan, o más importante, que cierres esas ventanas externas y vayas a tu mundo interior.

Si algo de lo que he dicho hace eco en tu corazón, agradezco por la luz que te pueda compartir, así como otros sitios y blogs en la red comparten su valiosísima luz conmigo. Sólo recuerda, de vez en diario, alejarte del ruido exterior para dejar aflorar tu singular luz interna.

Considero que esa es la verdadera “ascensión”. La real evolución. El auténtico “despertar” que el planeta está clamando. No el parloteo ni el murmullo de muchos… sino el sonido claro, transparente y vibrante de tu propia expresión, tu propia Luz, unificada con el Uno, con el Universo. ¡Escúchala!

Elvira G.

http://elvirajehacialaluz.blogspot.com


Haití: no más dolor


Hace unos días, tras el triste e impactante terremoto en Haití, y luego de ver un conmovedor video que circuló por Internet sobre ese tema, mi propia esperanza en un mundo mejor y lleno de luz, también se sacudió.

Buscando una respuesta alentadora, acudí a quienes califico como mis “Hermanos Mayores en la Luz”: Julio Pagano y, ahora, Marisa Blok. –y digo “ahora” porque recién conocí a esta otra “alma luminosa”, gracias a una también fortuita circunstancia.

Ambos, argentinos, muy involucrados y comprometidos con el Despertar de la Conciencia –movimiento, según entiendo, iniciado por Julio Pagano-, y para lo cual trabajan en su país, desde hace algunos meses, impartiendo juntos el seminario “Vibrando desde el Corazón”. ¡Espero que pronto lleguen también a México… y a muchos otros países!

Mi pregunta para ellos fue: en el caso de Haití, ¿cómo poder ver la Luz a través de tanto dolor y sufrimiento?

Siempre súper ocupado y lleno de compromisos, Julio Pagano responde puntualmente a mis inquietudes, más bien a través de esos sabios escritos que surgen a menudo de su alma, y que tengo el privilegio de recibir, directamente de él, en mi correo personal.

Maru (Marisa Blok), artista plástica que hace tres años decidió abandonar lienzos y pinceles para dedicarse de lleno al despertar de la conciencia, hablando desde el corazón, me envió este mensaje que –“con su venia”-, quiero compartir hoy con todos ustedes. Me parece que sus palabras son, verdaderamente, “luz en la obscuridad”. Aquí los dejo con ella:

“Como bien dices, Elvira, la muerte duele y duele. Ver tanta devastación parte el alma. Vivo a conciencia plena de cómo un alma hace su viaje de regreso cuando su corazón deja de latir.

Siento cómo su luz necesita, por el término de varios días, un acompañamiento de calma, serenidad y paz, para poder partir con la certeza de la misión cumplida.

Al enterarme del terremoto de Haití, cerré mis ojos e intenté visualizar 50,000 almas partiendo al unísono, como producto de una muerte inesperada, terrorífica y violenta… ¡y el horror me colmó!

Ahí me detuve y tomé conciencia que no debía agregar más dolor al dolor ya existente. Sólo pude entrar a mi corazón y acompañar a todas esas almas en paz y amor, y cobijarlas desde mi Ser.

Agradecerles el que hayan entregado sus vidas para que nosotros, como humanidad, seamos concientes de que el momento es "Ahora". Es Ahora, donde sólo nos cabe manifestar, a cada uno de nosotros, nuestra naturaleza Crística.

Sólo amor y servicio debemos irradiar. Nuestros hermanos se entregaron para que abramos "ya" el Corazón de la Tierra. Y esta es una tarea personal. Está en cada uno de los seres, el vivir a conciencia plena de lo que siente y de lo que irradia, en cada minuto de su vida.

Si asumimos nuestra responsabilidad de lo que emitimos mediante nuestros sentimientos y pensamientos, y de lo que generamos con cada emoción que liberamos, podríamos ver nuestra más íntima responsabilidad en este terremoto, y en cada uno de los gritos que emite hoy nuestra Madre, Gaia.

Cuando asumimos esta conciencia, sólo nos resta caminar por esta vida buscando nuestra propia e individual armonización. Si yo vivo en mi centro, si yo me armonizo, "mi entorno” se armoniza, el mundo entero se armoniza…

Si cada uno asumimos esto, la Paz colmará la Tierra. Soy de quienes intuye, sabe y siente, que una Nueva Humanidad está naciendo. Nadie dijo que el parto sería sencillo. Está en nuestras "individuales" manos hacerlo llegar a feliz término.

Y agrego, desde lo más profundo de mi corazón: Honro, bendigo y agradezco a nuestros Hermanos Haitianos que entregaron sus vidas masivamente, para ayudarme a despertar. Y, de una vez por todas, me comprometo ante la partida de sus almas, a asumir mi poder creador.

Me comprometo a vivir en mi Centro Corazón, atendiendo y llevando mi conciencia a ello. Por la Vida… por la Paz ".

Este es mi sentir mas profundo, este es mi actuar de hoy.
Es probable que si mi razón hace preguntas, éstas queden sin respuesta. Pero también sé que opté por el camino del corazón.
Gracias por Ser y Estar, querida compañera de viaje…”

Un muy fuerte abrazo.


Maru Blok.


Publicado por: Elvira G.
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Luz en el Silencio...

Doce campanadas marcaron su fin. Un año pasó a la historia y otro nos abrió sus puertas promisorias. ¿Qué haremos nosotros, errantes peregrinos en esta Tierra, con este nuevo espacio-tiempo? Más específicamente –me dije-, qué haré yo con esta prolongada oportunidad que me brinda la existencia para continuar mi viraje hacia la luz?

Alejándome del bullicio y las típicas celebraciones, decidí hacer una visita a mi Amigo el Silencio. Tú lo sabes, no te abre sus puertas de inmediato. Hay qué ser pacientes. Saber esperar a que te envuelva con su presencia. Nos es preciso acallar toda voz, todo pensamiento, toda distracción externa… Finalmente preguntó: ¿qué te trae a mí? ¿deseas saber cómo enfrentar el nuevo año que comienza?

No necesitas hacer ningún movimiento. Ahí en donde estás, es el sitio correcto. Vas en tu senda. A tu ritmo. Es tu camino. Nadie más puede recorrerlo por ti. Tan sólo no permitas que te perturben los propósitos y metas ajenos. ¿Mejora económica? ¿Búsqueda de aplauso y poder? ¿El éxito y el reconocimiento de quienes te rodean? Bien lo sabes dentro de tu corazón: esos temas no están en tu agenda.

En tus perspectivas está más bien la búsqueda de una real mejora interna. De un mayor poder y entendimiento, para controlar tus emociones y pensamientos. No te compares con los cánones ajenos. Confórmate, cíñete -eso sí-, a lo que aflore de tu corazón. Seguro, será algo puro y cristalino porque, en esencia, eres luz. Tú lo sabes y viniste a propagarla. Por tu propio bien y, por ende, por el de los demás.

No busques que te escuchen. Actúa tu verdad. Las palabras, como una nube, se desvanecen con el viento. Lo hechos se graban, indelebles, en el corazón y la memoria de quienes te rodean. Quizás ya has recibido mucho desde el exterior. Ya te has atemorizado y te has aturdido, a veces, por lo que lees, lo que escuchas, y lo que percibes con el resto de los sentidos.

Detente. Pon oído atento, más bien, a la voz de tu interior. Entra en tu morada sagrada. Sin parloteos irreflexivos, no hay lugar a discusiones innecesarias. Yo, el silencio, soy tu gran consejero. Puedo ser siempre tu guía. Cada vez que lo necesites, ven conmigo. Te ayudaré a abrir las puertas de tu corazón para que encuentres ahí tus propias perlas de sabiduría.

Lo único que necesitas es tiempo, disciplina y constancia. Y, más que nada, auténtica búsqueda de silencio interior. Porque la sabiduría no se adquiere con el tiempo; se toca, espontánea, con el corazón. Y, para escucharte, necesitas primero visitar mis dominios. Si bien el universo del silencio está abierto para todo mundo, son pocos los que se proponen visitarme. Muchos seres van aún por la vida enajenados con tantos “pendientes y asuntos urgentes” qué resolver en su mundo cotidiano. Incursionar en mi territorio, es privilegio de quien ha decidido un verdadero cambio interior. Es sólo para quien ha comprendido que de nada sirven los ideales de cambiar al mundo, si primero no hay un auténtico cambio interno y personal.

Así es que, ¿qué deseas para este año que comienza? ¿Mayor paz interna? ¿Plena confianza en un mundo mejor? ¿Armonía en tu entorno? ¿Abundancia de afecto y buen entendimiento con tu familia y amigos? Antes que nada, cultiva todo ello dentro de ti. De esa manera, tu paz y luz interior, como un imán, atraerán hacia ti todos esos tesoros, fundiéndose con los de tus congéneres.

Aprende a encender tu propia chispa. Linterna incipiente, vigorosa antorcha, imponente faro… la dimensión no importa. Lo que vale es la esencia. Eres luz que ha de ir encendiendo otros corazones, y cuanto más la compartas, más se expandirá para que, unida a la de los demás, contribuya a formar un verdadero incendio de amor, esperanza, y fe en el mundo mejor que está naciendo ahora mismo.

Créelo, a pesar de las apariencias, cada día hay más gestos de luz entre la raza humana. El sufrimiento abre las miradas y ablanda los corazones. La oscuridad manifestada estos últimos tiempos, no hace más que volver aún más resplandeciente la inmensa luz que está llegando al mundo a través de cada alma que despierta.

Libera y deja ir, como tema del pasado, toda duda, temor, desánimo, nostalgia, resentimiento, tristeza, inseguridad… Sólo así tendrás espacio libre para todo lo nuevo que pueda llegar a tu vida en este año que principia ahora.

Sólo así podrás decir, de verdad, “adiós” al año que se ha ido, para recibir al que comienza con un equipaje vacío de desaliento y lleno de esperanza. Vacío de temor y lleno de confianza. Vacío de duda, y lleno de convicción. Vacío de tristeza y lleno de alegría.

Libre del pasado que te limitaba, y presto a recibir un futuro que se te abre infinito en posibilidades. Deseoso de abandonar el sombrío ayer, para sólo pensar en el hoy con su luminoso mañana…

¡Tú decides... el encontrar, día a día, Luz en el silencio!


Elvira G.

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Tiempo de Navidad

Sin sentirlo, sin saber cómo, estamos una vez más en Navidad. El mundo parece acelerarse vertiginosamente por las calles. Y, a pesar del deterioro económico que se vive en el planeta, aún hay quien se deja seducir por la publicidad y las ofertas de los grandes almacenes para correr, cuanto antes, a comprar los regalos de sus seres queridos. Habrá incluso quienes estén aún dispuestos a sufrir horas enteras para pagar, y luego para que les envuelvan muy especialmente esos regalos navideños.

Sin embargo, estamos en diciembre del 2009. Muchas cosas han cambiado con el transcurrir de este año y creo que, a pesar de sus esfuerzos, la mercadotecnia y la publicidad no alcanzarán los éxitos de otras épocas. Por fortuna. El despertar de las conciencias se va filtrando, poco a poco, en los más apartados rincones del mundo.

No sólo no hay dinero constante y sonante en los bolsillos, al menos no el suficiente como para darse lujos. Ha surgido, por si fuese poco, otra carencia que me parece no sólo está a la par de la económica, sino que incluso la supera: ¡la carencia del tiempo! Según la Resonancia de Schumann, las vibraciones de nuestro planeta son cada vez más rápidas, de manera que el que antes era nuestro día de 24 horas, se ha convertido al día de hoy, en una jornada de tan sólo 16 horas. Quiere decir que el tiempo lineal, como lo medimos en esta tercera dimensión, se nos está acelerando y, por lo tanto, acortando o reduciendo. Es decir, que el tiempo es un enorme “bien” del que todos carecemos en estos días.

Tiempo para dar…y tiempo para recibir. Tiempo para escuchar… y tiempo para ser escuchado. Tiempo para consolar… y tiempo para recibir consuelo. Tiempo para ofrecer un consejo…y tiempo para aceptar una orientación. Tiempo para compartir… y tiempo para retribuir. Andamos siempre ajetreados, acelerados, corriendo a todas partes, atendiendo a mil y un problemas o proyectos. Miramos constantemente, a hurtadillas, el reloj -nuestro implacable administrador de ese tan limitado tesoro-, para verificar si estamos cumpliendo nuestros propósitos dentro de su infatigable e incesante conteo. Nos hemos vuelto tan paupérrimos en tiempo que, ¿sabes, querido lector? ¡creo que ese sería el mejor de los regalos para esta Navidad!

No sólo tiempo para estar con nosotros mismos y recordar precisamente el motivo de estas fiestas: el gran mensaje que nos trajo aquél recién nacido en ese humilde portal de Belén. Un mensaje que constituye la primera de las Leyes del Universo: el Amor. Nos enseñó a amarnos los unos a los otros. A amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. La lección la sabemos en teoría, pero muchas veces la olvidamos en la práctica. En nuestro afán por conseguir nuestros propios intereses, nos olvidamos de procurar que ese bien no sólo me beneficie a mí, sino a los demás. Y, por miedo a no tener en suficiencia, nos volvemos egoístas, egocéntricos… y nos sentimos automáticamente separados del resto del mundo.

Cristo, el gran maestro del tiempo y de los tiempos, nos enseñó a vivir en el aquí y en el ahora. A ir por el mundo sin acumular posesiones. A vivir nuestra naturaleza de pasajeros, viviendo tan sólo en tránsito por este mundo. Y a estar ahí, siempre presentes para los demás.

Ese recordatorio es el que me hace concluir que el mejor de los regalos para la Navidad, no es el que sale de una tienda, sino el que surge del corazón. No es el detalle que ha costado una cuantiosa fortuna, sino el que lo único que nos cuesta, es el abrir nuestro corazón. Y ese regalo, hoy en día, no se compra con papel moneda. Volvemos a él: es sólo el tiempo el que lo puede comprar.

Me viene a la memoria la historia de aquél pequeño, hijo de un acaudalado hombre de negocios, ocupadísimo siempre en sus asuntos personales. Al verle siempre tan ocupado, y que nunca podía llevarle al cine o a jugar con él en el parque, el niño comenzó a reunir las monedas que recibía los domingos. Cuando consideró que tenía suficiente dinero, fue tímidamente al sobrio despacho de su padre, y le preguntó: papá, ¿cuánto cuesta tu hora de trabajo? ¿cuánto ganas en una hora de tu día en la oficina? Sorprendido, el acartonado y adusto ejecutivo volvió la mirada a su hijo y le contestó: ¿por qué quieres saber eso, hijo? Y el niño, inocentemente, estirando el brazo, abrió la mano y mostrándole las monedas, le dijo: quiero saber si con esto me alcanza para comprar una tarde de tu tiempo, para que me lleves al parque o al cine, algún día…

¡Ojalá nunca lleguemos a eso! El estar con tu pequeño y salir con él a pasear en bicicleta… sentarte al lado de tu hija y enterarte cómo le va con ese chico con quien ha comenzado a salir… ir a dar un paseo al parque para que tu hermano te cuente sus inquietudes en el trabajo… escuchar a tus amigos… ¡Toda situación de convivencia es una dádiva de tiempo!

¿Y sabes qué?, sí podemos darnos ese tiempo. Tiempo de calidad para compartirlo con nuestros seres queridos. ¿Cómo? Quizás viendo menos televisión, dejando a un lado tu partido de fútbol, o negándote a hacer colas inmensas en las tiendas para comprar “los mejores regalos de Navidad”. El dinero no compra paz ni tranquilidad, ni ese sentimiento de sentirse acompañado y comprendido, que sólo puede generarse en tu ser querido cuando tu tienes “tiempo para él”.

Deseo para ti, querido lector, que esta Navidad haya un brillo especial en tu hogar. El brillo de la paz que proviene del estar ahí, en ese momento. Que tu presencia sea el mejor obsequio, el mejor presente para tus seres queridos, en este mágico Tiempo de Navidad.

Eres Luz, recuérdalo… ¡y compártelo!


Elvira G.


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Esferas Frágiles

En medio de tanta infelicidad, de tanta angustia circundante, volvemos a replegarnos sobre nosotros mismos para preguntarnos: ¿por qué habrá tanta ceguera en el mundo? ¿Por qué tanta energía mal canalizada? ¿Por qué tanto derroche de fuerzas que en lugar de elevarse se van pendiente abajo? El hombre sería feliz si aprendiera a no depender tanto de lo externo y se centrase, por el contrario, en sus propias fuerzas. Da pena constatarlo y mayor tristeza aún cuando nos damos cuenta de que no podemos hacer nada por remediarlo. ¿Cómo tender la mano a aquellos a quienes tal vez podríamos ayudar? ¿Por qué a veces algo nos impide ser sinceros y espontáneos? Ante la amenaza de una vida que desea apagarse para siempre, nos quedamos inertes, callados, apáticos, ajenos. ¿Por qué no podemos acercarnos a aquellos que nos interesan? ¿Es acaso ese mismo interés que nos vuelve temerosos? ¿Cómo ayudar a esa persona en especial a ganar un poquito de luz?

Hoy se ha esfumado una quimera…

Navidad, felicidad, tranquilidad, son sólo palabras que se nos quedan huecas, vacías, sin sentido si no las vivimos. Yo no sé qué tanto puedo llevar en mi alforja, pero tal vez podría compartirlo con mi vecino. ¡Si tan sólo él me lo pidiese! Pero el hombre anda tan preocupado consiguiendo dinero, vanos placeres, aturdimientos pasajeros que una vez esfumados vienen a dejarle una terrible sensación de vacío. Estamos aún en la obscura cueva, debatiéndonos entre los múltiples barullos de la existencia. Los más sensibles son los que más se angustian. Lo que más adquieren conciencia de su insapiencia, de sus tinieblas.

A dónde vas? ¿Qué camino llevas?

Es difícil llegar al hombre que zozobra en la inquietud y la congoja. A ese hombre que se aferra a cualquier asidero creyendo que eso le podrá salvar de la tragedia. Habría que comenzar desde el principio, y el camino se vuelve entonces tan largo y tan pesado…

Hoy se ha roto una esfera…

Afuera es Navidad. Hay letreros que hablan de felicidad por doquier y dentro de los corazones de los hombres la luz pareciera carente por completo. El hombre tiene miedo. Un miedo terrible por la muerte, y sin embargo se está entregando irremisiblemente a ella, como un hombre consumido por el deseo se entrega a la amante cualquiera buscando pasar el momento. No es adentrándose en las habitaciones más obscuras de la casa que el hombre va a encontrar la luz… y sin embargo lo hace porque es más fácil caer que levantarse. La estatura del hombre se mide no por las veces que se deja llevar por sus instintos, gritando e insultando y atemorizando a los demás… la estatura del hombre se mide por la frecuencia con que puede vislumbrar los alcances de sus actos… Siendo semilla de luz, el hombre se convierte en bocanadas de tristeza.

Hoy se ha revelado una estrella…

Sin embargo, estuvo conmigo anoche. Era una voz extraña. Era quizás un ángel. Me dejó un mensaje. Me dijo que la palabra siempre fecunda en terreno fértil. Que la verdad llega siempre a quienes quieren encontrarla. Que ningún hombre ha nacido ni sordo ni ciego, y que sólo adquieren esa tara los hombres que eligen sumergirse en las tinieblas. Me dijo que había que convertirse en rayo de luz. Ningún hombre se hunde porque Dios lo quiera así. Son ellos mismos quienes eligen su camino, y su caída o elevación. ¿Por qué te atormentas, alma en tinieblas? –me dijo la voz- ¿no has comprendido aún que cada ser es un Dios en potencia? Preocúpate de ti mismo. Si alguien se acerca por tu camino a pedir ayuda, tiéndele la mano. Pero no vayas por el mundo lamentándote por aquellos que han querido perderse a sabiendas de lo que están haciendo. Si esos hombres tienen, aunque sea de vez en cuando, destellos de luz, lo único que te queda es desearles que fortifiquen su fe y sus fuerzas. Nadie más que el hombre mismo para elevarse o desplomarse.

Hoy, ¡por fin!, se ha encendido una estrella



Elvira G.

® Derechos Reservados.


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Una Gota Más

Por Julio Andrés Pagano


Por más diminuta que parezca, cada gota de conciencia, que se suma, expande y eleva la vibración planetaria.

Unas tras otras, las gotas van cayendo. Nada parece transformarse. El goteo es casi imperceptible. El cansancio y la desolación dicen presente. El paisaje desértico de esperanzas crea la falsa ilusión de que nada va a cambiar. El vacío interior se agiganta. Las gotas siguen cayendo, expanden su vibración. La mente sostiene que todo está perdido. El corazón no se deja engañar, escucha cómo las gotas continúan brotando y ríe de felicidad. Su sabiduría le anuncia que el río está emergiendo. Libere sus compuertas. Ayude a que el agua corra. Sume para que el río de la conciencia espiritual irrumpa en todo su esplendor.

Las gotas son todas aquellas cosas que nos ayudan a ser más humanos y nos permiten armonizar con la existencia. Los buenos actos son gotas. Las caricias son gotas. Los pensamientos positivos son gotas. Los abrazos, las palabras de aliento, los rostros felices. Gotas... Las acciones conscientes, las oraciones, las meditaciones, la ayuda desinteresada, los gestos de sensibilidad. Gotas... El saber compartir, aprender a valorar, el respeto por uno mismo. Gotas... La fe, la humildad, la confianza, la esperanza, el amor. Gotas... Todas son gotas que reflejan una nueva humanidad. Son gotas que acrecientan y vivifican el río de la conciencia espiritual que está transformando la vibración del planeta.

El futuro nace del presente. Nuestras decisiones co-crean. Si sólo sembramos discordia, odio, pesimismo, sufrimiento y frustración ¿qué cree que cosecharemos? Sus gotas, aunque parezcan simples, aunque las perciba insignificantes o débiles, hacen la diferencia. Son como semillas de luz que transforman y ayudan a que el futuro no se manifieste desalmado.

Fluir con esta corriente, que conduce al océano de la existencia, entraña desafíos que nos permiten crecer y nos impulsan a continuar evolucionando. Implica aventurarse en terrenos desconocidos. El río nos invita a desaprender para seguir aprendiendo, porque sólo lo que se vacía puede volver a llenarse. Sus piedras no son dificultades, sino oportunidades disfrazadas que nos ayudan a elevar.

No permita que estas frases queden sólo en el plano mental. Tírese al agua. Abra su corazón. Arriésguese. Cuando se sumerja en este río de conciencia verá cómo las vivencias se transforman en maestras multidimensionales que le ayudarán a experimentar una realidad que transformará su vida.

Existen innumerables formas de contribuir a que este incipiente caudal se torne aún más cristalino. Si nos animamos a reconocer nuestro lado más oscuro, si trascendemos nuestras limitaciones y transmutamos los miedos que nos mantienen cautivos ya estamos ayudando. Lo mismo si ponemos conciencia en cada uno de nuestros actos y desplegamos, sin reservas, nuestro potencial para materializar una realidad que esté acorde con lo más puro de nuestro ser.

¿Por qué se preocupa tanto? Haga lo que haga, los demás siempre hablarán. Ellos no son enemigos, son maestros que nos impulsan a trascender la careta social. ¡Vamos, rómpala! ¡Tírela! Deje que su ser interno lo guíe y lo instruya. Escuche la voz que emana desde el centro de su pecho. Siga sus consejos, son inmaculados. No importa que algunas personas se le rían en la cara y lo desacrediten. Muchos disfrazan de ese modo el temor que les provoca el cambio.

Vamos... anímese. Juegue. Suéltese. Disfrute. Recupere su inocencia. Mire a la vida con ojos nuevos. Explore su interior. Conózcase. Restablezca su vínculo con la naturaleza. Aliviane su mochila. Expanda su divinidad. Despierte. Redescubra su magia interna. Equilíbrese. Ayúdese a cambiar. Permítase soñar. Sáquele el polvo a sus talentos. Multiplique sus dones. Respete su sentir. ¡Viva! Empiece a sanar.

Preste atención. Sienta cómo el río de la conciencia late con cada pensamiento de luz que recorre su cuerpo. El agua renueva y purifica. Inhale su perfume, es pulsión de vida. Observe con el corazón y comprobará que no existen las divisiones. Somos Uno. El río se compone de millones y millones de gotas que danzan en la unidad, más allá de todo ego.

Vamos… transforme su desierto. No deje que sus gotas se esfumen bajo el sol abrasador de la indiferencia y el desgano. Viértalas en el río de la existencia. Cierre sus ojos y facilite que el murmullo de las aguas guíe sus pasos. Descubra que nunca puede encontrar afuera lo siempre estuvo dentro. Sí, ya lo sabía, es cierto. Simplemente lo había olvidado, el río está en su interior. Permita que el agua corra. Derrumbe sus compuertas. No tema. Abra su corazón de par en par, para que el agua penetre y lave sus heridas. Renazca. La existencia, agradecida: una gota más.


http://www.proyecto-despertar.com.ar/notas.htm


El Sueño Colectivo



Nacemos y nos dicen: ¡duerme!
Pero en cada mirada esperan
los dioses un despertar...



En aquella interminable ronda de sueños de veinticuatro horas, de todos los días, en medio de aquel terrible sopor colectivo, ella de pronto se sobresaltó e incorporándose sobre su cama se dijo: ¿y si el mundo estuviese iluminado y yo despierta? Eso me haría constatar la importancia de estar viva día tras día; lo imprescindible de sentir y ser consciente de que cada nuevo despertar llega pleno de posibilidades, que todas están ahí, latentes, y que cada mañana es como un campo virgen que se nos presenta para sembrarlo de cosas bellas.

Pero el trajín diario y el compartir ese sueño colectivo cada vez más profundo, nos hacen olvidarlo todo. El roce con la gente y con todo aquello que me cansa, viene a matar esa chispita de sensibilidad que comenzaba a iluminarme. Entonces caigo, doy de tumbos y me hago desconfiada y rencorosa, y el odio y la miseria interna comienzan a carcomerme el corazón.

Es en ese momento cuando hay que despertar y recordar que nosotros somos también promesas de Luz; que el mundo está iluminado y si llevamos la mirada presta, siempre pronta a recibir lo que venga de fuera, la vida, entonces, cobrará un renovado interés. Valorar a las personas por lo que son en sí mismas y no por lo que nos den. Reconocer en una persona su heroísmo y sus esfuerzos continuados. Verla cuando está frente a nosotros no como una máscara que oculta algo, sino como un bello enigma a descifrar, algo maravilloso y mágico que se oculta tras la vestimenta efímera del cuerpo físico. Adivinar en ella la belleza que forma parte de esa Gran Alma Universal.

Si así lo hiciera… ¡si lograra no caer en el profundo sueño cotidiano y colectivo! Si lo comprendiera a cada instante y a cada momento, ¡cómo cambiaría mi concepción de la vida! El día, ese devenir intrascendente de horas y minutos, se convertiría en una jornada plena de vivencias y enseñanzas. Aprendería a observar y a observarme a mí misma.

Cuántas veces he matado con la palabra y cuántas otras con el silencio. Cuántas más pasé indiferente ante el dolor humano. No sabía cómo remediarlo y esa era mi excusa para rehuirlo. ¿Por qué no prepararme entonces por mí y por los demás?

Se nos escapa la vida, dándonos disculpas a nosotros mismos, y los días y los años se escurren como el agua, y vamos caminando como quien no persigue un fin ni un objetivo, y perdemos tiempo y energía. Para evolucionar es necesario trazarse una meta; que ésta sea ascendente y que vaya hacia delante. El hombre observador y que desea encontrar la verdad, tarde o temprano se da cuenta de lo vana que resulta la vida de todos los días. Buscará algo que trascienda, que sea permanente, tratará de encontrar una respuesta coherente a los enigmas del ser, de la civilización, de la cultura. Finalmente descifrará la incógnita del por qué, del cuándo, del cómo y del dónde.

Las bibliotecas están llenas de libros que guardan grandes secretos y verdades. Todos esperan ahí, pacientes, a que despierte mi curiosidad; todo está al alcance de mis manos para evolucionar y ver claro, o quedarme ciega, dormida… y morir.

“El mundo iluminado y yo despierta”… la frase se repetía, se repetía incesante, como un goteo, como un apacible mantra… De pronto alguien tocó a su puerta: ¡eh, Esperanza, despierta! ¡Al trabajo, a hacer algo, ya no son horas de soñar! ¡Despierta!

Entonces, Esperanza, la de los sueños, saltando de la cama se dijo determinante: ¡no volveré a ser Tristana, la de mi supuesta “realidad” cotidiana! Este sueño tan vívido, ha permitido que la luz de mi conciencia se filtre en mi interior y devele mi verdadera esencia. ¡Soy Luz, estoy despierta! A partir de hoy comenzaré a fluir con las señales y sincronicidades.

Nunca más las dificultades me parecerán tropiezos… ¡se convertirán en sabias maestras que me ayudarán a desplegar mis alas! He comprendido al fin que en lo ordinario se esconde lo extraordinario si soy capaz de ver con los ojos del corazón. Este sueño ha sido una revelación para mostrarme que, si yo lo decido, ¡el mundo siempre estará iluminado y yo despierta!... Sí, despierta para procurar ahora el despertar de quienes aún viven ese sueño colectivo de las veinticuatro horas… de todos los días!


Elvira G.
http://elvirajehacialaluz@blogspot.com

® Derechos Reservados.


Orando en acción...

Las cosas están tan mal últimamente, que hay qué rezar mucho”, escuché el otro día de una conocida mía. Me quedé pensando sobre el tema y me dije: sí, hay qué orar mucho, pero creo que no se trata de tan sólo cerrar los ojos y recluirse en un sitio apartado de la casa para comenzar a repetir frases hechas, huecas, aprendidas de memoria, como si estuviéramos entrando en un trance hipnótico.

Considero que, hoy en día más que nunca, nuestra oración debiera de ser “vívida”, es decir, que oremos actuando, o que nuestras oraciones se transmuten en acciones. De pronto recordé al buen “Hermano de Asís”, aquél que despreció y abandonó los lujos y comodidades de su herencia terrenal y material, para entregarse totalmente a la búsqueda y la consecución, más bien, de su heredad divina. Para ello trazó su camino con una oración que, hasta hoy en día, sigue totalmente vigente y guiando a miles de peregrinos en su camino hacia la Luz y la paz interior.

Hazme, Señor, instrumento de tu Paz

Francisco de Asís no se envanece sino que, por el contrario, se siente supeditado al poder del Padre y le pide, humildemente, que lo convierta tan sólo en un “instrumento” para llevar la paz a todos sus congéneres.

Que donde haya odio, siembre yo amor

El santo de Asís no pretende cambiar a fondo las pasiones humanas. Acepta poder tan sólo “sembrar amor”, es decir, poner en el corazón de quien ha dejado entrar ahí al odio, la semilla del amor para que germine. Una práctica que, como ser humano, necesito yo realizar no sólo con seres ajenos a mí, que estén enemistados entre ellos…. sino echar un vistazo a mi propio corazón. ¿Guardo aún ese sentimiento tan desgastante en mi interior? San Francisco lo pone como primera actitud negativa a erradicar, porque, ya sin el odio, se allana más fácilmente nuestro camino.

Donde haya injuria, pueda yo sembrar perdón

Cuando alguien ha herido con acción o con palabras a alguien más, el agredido se siente maltratado, vejado, humillado. ¿Cómo olvidar los hechos? Yo podría llevar un poco de luz a la situación y lograr con ello que quien se sienta agredido, pueda liberarse de sus sentimientos negativos. Además de quitarnos un peso de encima emocionalmente, al perdonar, vamos rompiendo cadenas. Esos pesados eslabones que nos atan a sentimientos bajos y destructores. Perdonando cobramos alas para volar cada día más ligeros, invencibles, hacia la luz.

Donde haya duda, siembre yo fe

¡Como seres humanos dudamos por tantas cosas! Dudamos de nosotros mismos, de nuestras extraordinarias cualidades para alcanzarlo todo. También dudamos a veces de las posibilidades externas. El enfermo puede dudar si el médico que le atiende realmente le ha dado el medicamento correcto. O la madre puede dudar si su hijo pasará el examen de admisión a la universidad. Permite entonces, Señor, que yo pueda sembrar la fe en esa tu constante presencia con nosotros, esa fuerza indescriptible que nos ha creado, y que está ahí para auxiliarnos en todo momento.

Donde haya desaliento, pueda yo sembrar esperanza

De lo anterior –de la fe-, se desprende la esperanza. Si no confiamos en algo o en alguien, no podemos esperar nada, y el desaliento nos aniquila. De ahí que el poder sembrar una brizna de luz, un destello de esperanza en quien nos confía su desilusión ante la vida, o ante cualquier otra situación de su existencia, es una forma muy positiva de “hacer oración”. La esperanza es ese “faro de luz” que ojalá todos tengamos en nuestras diarias perspectivas y expectativas, tanto dentro de nosotros, como para ser capaces de compartirla con alguien más.

Donde haya sombra, siembre yo luz

Ciertamente, no lo podemos negar, estamos atravesando tiempos difíciles. Crisis económica, desempleo, cataclismos, enfermedades. Todo parece aumentar la “oscuridad” circundante. Sin embargo, gracias a la fe y la esperanza que hemos cultivado en nuestro corazón, y a través de leer libros positivos o de reunirnos con otros seres que igualmente buscan la luz, podremos avivar nuestro fuego interno para sembrar la semilla de la paz y la luz en los corazones de quienes nos rodean.

Donde haya tristeza, siembre yo alegría

Cuando vivimos en la luz, la esperanza, la fe, el perdón y el amor, ¿crees que pueda caber en tu hogar interior algo más que no sea la alegría? Es la dicha del equilibro y la armonía interior. Si procuramos día a día mantenernos en este estado, fácilmente podemos compartir esa alegría de vivir con los demás. La tristeza todo lo marchita, todo lo apaga, todo lo deteriora… ¡hasta al cuerpo físico! Se ha comprobado que una persona triste y cabizbaja es más propensa a enfermarse. De ahí que, en la medida de nuestras capacidades, ¡sembremos alegría!

Oh, Divino Maestro, concédeme que no busque ser consolado, sino consolar. Que no busque ser comprendido, sino comprender. Que no busque ser amado, sino amar...

Es decir, que no pretenda yo recibir antes de dar. Necesito actuar y sembrar primero, para luego recolectar. Que no me pregunte: ¿qué me pueden dar los demás o qué puedo obtener de ellos? Más bien, necesito cuestionarme: ¿qué puedo hacer hoy por los demás? ¿De qué manera puedo ofrecer un servicio a mi familia, mis amigos, mis vecinos, mi barrio, mi país, mi planeta? Sólo entonces la abundancia del Universo se volcará sobre nosotros.

Porque dando es como recibimos, perdonando es como tú nos perdonas, y muriendo en ti, es como nacemos a la vida eterna.

Creo que si oramos así día a día, podemos contribuir a la energía positiva y la paz del universo. Para comenzar a vibrar más alto, necesitamos soltar amarras tan densas como el odio, la injuria, la duda, el desaliento, la oscuridad y la tristeza. Ya no podemos ni debemos esperar más. Avanzar hacia la Luz nos requiere ligereza, ¿para qué seguir cargando con esos “fardos” tan pesados y densos que niegan nuestra verdadera naturaleza y esencia: la Luz? San Francisco de Asís nos trazó una senda ideal para “ascender” con nuestros actos en la vida diaria. ¿Por qué no tratar de seguirla?

Elvira G.
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¡Bienvenid@!

Decido iniciar este blog porque creo que son momentos de comunicar… y de comunicarnos. Mi estancia en este plano se va prolongando y, con ello, mis eternas preguntas: ¿quién soy, de dónde vengo, a dónde voy?, han ido encontrando respuesta paulatinamente. Se puede decir que mi camino ha sido una larga e incesante búsqueda, desde muy temprano. Lo he recorrido más bien en solitario. Sin mezclarme mucho con otros grupos de buscadores. Aunque sí, he estado con algunos de ellos, en contadas ocasiones. Para justificar esta actitud, me respaldo un poco con lo que decía Herman Hesse al respecto. Opinaba que el buscador de la verdad debiera de ser como el cauteloso peregrino que atraviesa un sombrío bosque. Al llegar la noche, y ante la oscuridad y los peligros del sendero, lo más prudente es llegar hasta la primera posada que encuentre y refugiarse ahí para evitar ser asaltado por posibles truhanes, o caer víctima de algún fiero animal, en medio de semejante oscuridad… Ya con el clarear del día, renovadas sus fuerzas y protegido nuevamente bajo la luz del amanecer, el errante peregrino podrá reemprender su marcha seguro, y por sí mismo.

Con esto interpreto que, quien busca la verdad, ha de encontrar su propia senda. Sin embargo, llegada la oscuridad, cuando aparece “la noche oscura del alma”, que seguramente a todos nos sucede, cuando dudamos y desfallecemos y no sabemos en quién o en qué refugiarnos, es entonces cuando es prudente unirse a un grupo, y llegar a la primera “posada” del bosque en busca de cobijo, refugio y seguridad. Cuando hayamos fortalecido nuestro espíritu, podremos reanudar nuestro propio camino, habiendo tomado de cada experiencia, lo mejor. Porque el sendero de retorno a la Casa del Padre, según lo comprendo, es único para cada ser.

Por otro lado, en alguno de sus libros, Wayne W. Dyer, otro de mis grandes maestros, decía algo así: "no te vayas de este mundo sin entonar tu canción". Creo, igual y firmemente, que todos hemos venido a este plano a “entonar nuestro propio canto”. Ya sea en las artes, los deportes, la ciencia, la docencia, como padres de familia, etc., cada quien elige el terreno. Y cada quien entona su canción a su manera. Lo mío, creo, es escribir mis vivencias para poder compartirlas con los demás. Hace años ya que varios de mis textos esperan pacientes en el fondo de una gaveta a que yo decida publicarlos. No lo hice antes pensando que eso quizás no le interesaría mucho a los demás.

Algo me dice ahora que necesito hablar. Que debo “entonar” mi canción porque, quizás, ante mis notas, alguien más se anime también a ensayar su propio canto. Con que alguno que otro de mis escritos pueda comunicarle algo a alguien más, sabré que mi canto no se escuchó en vano. Creo que todos venimos de la luz y vamos de regreso hacia la luz, aunque en ocasiones las apariencias nos engañen y parezcan pintarnos de gris el panorama.

Considero que, en la actualidad, vivimos momentos maravillosos llenos de energía, que podemos aprovechar para depurarnos. La humanidad entera está haciendo su viraje hacia la verdad, hacia la apertura de la conciencia, hacia un mundo en donde habrá desaparecido el concepto de la dualidad, de lo mío y lo tuyo, del sentirnos separados, abandonados y perdidos. Creo que estamos logrando entre todos, al unísono y cada día más, algo maravilloso: El Viraje hacia la Luz!

Y de eso quiero precisamente tratar en estas páginas. Aparte de publicar por este medio algunos de mis escritos personales -y prácticamente inéditos-, tendremos con nosotros a un invitado muy especial: Julio Pagano. Un maravilloso Ser de Luz a quien tuve la fortuna de conocer precisamente por este medio, por el Internet. Argentino, personaje profundo e inquieto, cuya vida está llena de peripecias que le han llevado a “Despertar” en grande. Sus mensajes están llenos de esa conciencia elevada en donde todo es Luz y Amor. En donde reina la armonía y se disimulan las fallas y carencias de esta realidad “dual” en la que aún nos movemos y vivimos, en esta tercera dimensión.

He pedido autorización a Julio Pagano, para insertar de vez en cuando sus escritos en este blog. Lo cual me ha sido concedido con gran generosidad de su parte. Quienes no le conozcan, ya lo leerán. Además de excelente escritor, es un ser muy sensible, a quien no dudaría en llamarle “el poeta del espíritu”. En sus escritos nunca utiliza la palabra “Dios”; sin embargo, siempre “bosqueja” su concepto, siempre “transpira” su esencia, siempre comunica sutilmente esa Luz y ese Amor hacia todo Ser, en todo lo que piensa y dice. Al final de cada uno de sus textos, encontrarás el link para entrar a su propia página.

Por otra parte, hay muchísima información corriendo por el Internet. También nos ocuparemos de ello. Creo que hay qué estar informados, aunque también considero que necesitamos usar nuestro criterio y discernimiento para no dejarnos atemorizar por ciertas tendencias alarmistas o sensacionalistas. Si somos Seres de Luz, en la medida que tratemos de crecer cada día más, yendo al fondo de nuestro corazón, nada ni nadie nos puede perturbar, ni orillar de nuestra verdadera meta: reencontrar la Luz.

Agradeceré tus comentarios, de manera que podamos ir enriqueciendo este blog -que también será tu blog-, si así lo deseas. Si gustas que tratemos un tema en particular, las sugerencias son bienvenidas.

Mi cometido es que todos podamos prepararnos cada vez más, para el cambio de conciencia tan necesario en estos tiempos. Más que un conocimiento puramente intelectual, considero que esa “preparación” debe traducirse en un auténtico cambio interno, un definitivo y notorio viraje de nuestros pensamientos y acciones hacia la tolerancia y el perdón, la armonía y la paz, sentimientos que forman parte de nuestra verdadera naturaleza espiritual, como peregrinos temporales en esta Tierra.

Gracias por abrir la puerta de tu interés… y que la Luz emane, abundante, a través de la ventana abierta de tu corazón.

Elvira G.

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El Viraje Hacia la Luz (Espiritualidad, New-Age - Despertar de la conciencia)    -    Autor : Elvira G. - México


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última modificación : 2011-01-01

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